Este fin de semana he vuelto a volar con mis golondrinas. El club de lectura del pueblo de Bulbuente me invitó a pasar la tarde para hablar de mi libro “El refugio de las golondrinas”. Me hizo mucha ilusión la llamada. Descubrir que el libro sigue viajando y emocionando a distintos lectores casi diez años después. “El refugio de las golondrinas” es un libro muy especial: mi primera novela, publicada en 2014, escrita con ingenuidad y emoción, con sencillez y pasión, con dudas iniciales y muchas experiencias después. Hay mucho de mí en cada personaje, en cada palabra.
En la tertulia hablamos de la plaza que acoge a los personajes y que podría ser cualquier plaza. Hablamos de la plaza de San Felipe y de la historia de la Torre Nueva de Zaragoza. Hablamos de la maternidad, de la soledad, de viajes, de libros, de la inmigración y el desarraigo, de cómo se entrecruzan los hilos de la realidad y la ficción, de Nicaragua, de las historias de la vida cotidiana, de Mario Benedetti, de la despoblación, de que hace 40 años que cerró la escuela de Bulbuente…
Las lectoras de Bulbuente (mayoría de mujeres y un hombre, como en casi todos los clubs de lectura) me contaron sus impresiones. Lola reconocía que le costó entrar en el libro pero que luego se enganchó y no podía parar de leer. Esperanza dijo que se había sentido “feliz” dentro del libro, como si fuera un personaje más. Me contaron algunas de sus frases preferidas. Jesús destacó que “todo el mundo tiene una historia, sólo hay que saber contarla”. Y Pilar subrayó otra: “Una foto y un recuerdo no son la misma cosa. A veces coinciden, pero otras son antagónicos. Los recuerdos se van modelando con el paso del tiempo, mientras que las fotos atrapan un momento y lo congelan para siempre”. Me llevé de vuelta mucho cariño y una cesta con productos de la zona.
Gracias a Pili y Cristina por contactar conmigo, a Pilar, Lourdes, Mari Carmen, Andrea, Esperanza, Lola, Ana, Laura, Pili, Jesús, María José, Iraida, Basi y a todos los lectores de Bulbuente. Gracias a vosotros, me he vuelto a reencontrar con mis golondrinas y con la chica que cruzaba la plaza a diario, que tomaba notas y hacía fotos, soñando con ser escritora algún día…